INVASIÓN DE ELECTRONES
INVASIÓN DE ELECTRONES
1
Bueno, el comienzo de esta singular historia tiene su origen en un poste de la calle Aníbal Pinto y la inicia el cable de alta tensión unido a ese poste y cuyo poste abastecía de electricidad a toda esa calle.
Sucedió que doña Plateada, una gaviota común y corriente, amaba posarse en la cumbre de ese poste y el señor Favores, el gato revoltoso de alguna vecina de Aníbal Pinto, amaba perseguir justo a doña Plateada.

Plateada no tenía buenas garras pero su depredador sí, y coincidió todo de tal modo que un tal Viernes por la mañana el gato saltó hacia donde se hallaba la gaviota (en la cima del poste, como de costumbre) y con su pulgar (cosa bastante rara) logró cortar el cable ése que alimentaba a Aníbal Pinto de pies a cabeza. Por supuesto, Aníbal Pinto se enojó bastante, no sólo porque ya no tenía luz, sino más bien porque el dulce Favores había quedado extrañamente pegado en uno de sus vasos eléctricos.

Un muchacho que andaba en bicicleta y que justo pasaba por ahí, exclamó, ¡Pobre gatito!, mas el conductor de un camión que transportaba ovejas no oyó el lamento del joven de la bici y deceleró tan rápida y eficazmente que se hubiese jurado que el muchacho se salvaba del terrible casi accidente, pero ocurrió que una oveja que se hallaba descuidada en ese momento del freno súbito del atinado camionero, saltó volando hacia delante por sobre el camión y le impacto en pleno estómago (y en plena calle) a este muchacho de la bici impidiendo su levante. Evidentemente, el camionero halló conveniente hacerse el tonto y aceleró su huida (tan eficazmente como cuando frenó) dejando su oveja casi muerta en la vía de circulación de Pinto (al parecer, tal camionero no se trataba justamente de este tipo de pastores modernos). Aunque claro, la oveja moribunda lo terminaría delatando...
2
Plateada observaba desde lo alto del poste todo lo acontecido, pues, en el fondo de la cuestión esta, la primera culpa recaía en ella misma. A propósito, por ser ésta, una mañana muy agotadora, nadie notó el apagón de luz, así como nadie supo de la muerte del joven de la bici que había exclamado sus últimas palabras. Pero ni el gato tenía la culpa, pues a la gaviota le apasionaba molestarlo con su presencia, así que en Favores recae la primera inocencia, luego recae en el niño y finalmente en la realmente pobre oveja, que había perdido un veinte por ciento de su masa lanar producto del roce con la calle luego de saludar el blando estómago de alguien por ahí. Además, esta oveja, perdió su ojo derecho tras entrarle uno de los rayos de la rueda trasera de la bici con una furia inexplicable.
Eran ya las dos o tres de la tarde del mismo día, cuando el camionero, muy preocupado, con tremenda carga de conciencia (aún mayor que la carga de ovejas), volvía por su oveja, mas al casi llegar, no pudo continuar, pues una gran multitud rodeaba al sanguinolento muchacho de la bici, a la bici y a la oveja; incluidos allí alrededor estaban los señores de la ambulancia, que no hacían más que intentar echar a los vecinos para que el camionero pasará por su oveja herida, pero justo cuando el camionero recogía su animal, llegaron algunos detectives que no pudieron no notar el notable nerviosismo del señor del camión y que no pudieron abandonar el momento en que justo a la oveja agonizante se le ocurrió cantar con dulces y melancólicos tonos:
- " Fueeeee esteeee seeeeñoooor eeeel culpaaaableeee "
Algunos vecinos no pudieron evitar la secreción de lágrimas tras oír la tierna balada que cantaba la tuerta oveja casi muerta, y los detectives se llevaron al pastor "Yano Pongo Bejas" (nuestro fiel camionero, así se llama) a una prisión cercana mientras se decidía el día y la hora del juicio.
Evidentemente, esta no es la historia del camionero, así que volveremos a Aníbal Pinto, la calle... Allí estaba la gaviota, sintiéndose culpable o al menos responsable por iniciar y desenvolver tanto desastre ese Viernes.
Pensó en suicidarse, pero sus instintos le salvarían siempre involuntariamente, por lo que echó a volar mientras pensaba todavía en qué hacer y, al cabo de unos minutos, se dijo: "Diré la verdad, toda la verdad". Se dirigió inútilmente a un pequeño juzgado de la limitada ciudad y un tipo que hacía guardia, al ver a la loca gaviota entrar desesperada mientras rebotaba en paredes, cuadros, ventanas, etc...dirigiéndose a la oficina de denuncias, atinó de inmediato a atacarla con un escobillón para ahuyentarla. No alcanzó a apalearla y Plateada finalmente se fue en busca de otros horizontes, tal vez para siempre... bueno, eso no nos importa, pues en definitiva, no se trata de una ridícula gaviota esta historia. Volvamos a Aníbal Pinto, la calle... Allí estaban los vecinos viendo el cadáver del muchacho (con esa misma mirada de quien se sienta a ver tele sin nada en qué pensar). Algunos ya se iban retirando, mientras los señores de la ambulancia dormían sobre su vehículo de ayuda, ¡total, con el chico ya no había caso!. Pero el inmóvil chico ése no es de nuestro interés... veamos a la oveja, ¿dónde estará? Por allá va caminando vacilante hacia un campo próximo el infortunado carnero. Dejémoslo ir, no es una oveja la protagonista de esta historia.
Anocheció y ya todos se fueron, la ambulancia se llevó por fin al chico exánime y ya nada quedó de la oveja, salvo un estiércol por allí tirado, lo que nuevamente hizo enfadar a Aníbal Pinto. Ignorando, empero, esa muestra de la lanuda fugitiva, nada quedaba en la calle. La noche la pasó negra don Aníbal y sus habitantes y ningún ruido se oía por las calles, excepto un débil y triste zumbido de origen eléctrico en la zona del corte del cable, en donde aún estaba el gato pegado.
3
Temprano el Sábado, dos de esos señores de esas compañías de luz, subieron a arreglar el desperfecto eléctrico.
-Aquí está la clave -dijo asertivamente con tono de sabio un maestro.
-¿y qué hace un gato ahí? eh? -preguntó al instante y asombrado el segundo maestro (igual de sabio).
(Ambos estaban sobre una escala distinta apoyadas en el mismo poste, que ya apenas soportaban de pié).
-No lo sé Flavio...no lo sé -decía el primero muy pensativo.
-Ay..me gustas tanto cuando me llamas por mi nombre, Eduardo -replicó su enamorado compañero.
Entonces, atinaron los muy sabios a besarse (a 6 metros de altura), pero desgraciadamente uno, da lo mismo cuál, tropezó y en el intento de no caer, agarró instintivamente la cola de Favores (que aún vivía), cayéndose ambos, falleciendo en un santiamén.
-Flavioooo! Noooo! -gritaba Eduardo desesperado a su pareja homosexual, pero la sociedad que siempre impidió su matrimonio... en fin, nada de esto último guarda fundamental importancia. Lo importante sucede justamente en el momento en que el gato se suelta y cae a la acera, y la verdadera historia se llama "Invasión de electrones".
INVASIÓN DE ELECTRONES. Parte 1.
Los electrones libres (bolitas infinitamente pequeñas cargadas eléctricamente, responsables de la electricidad al moverse) del cable descubierto, cansados de circular por estrechos y oscuros conductores, decidieron tomar su libertad.
-Vamos a destruirlo todo. ¡Destruyamos a los responsables de nuestro encierro! -dijo el primer electrón que daba hacia la luz y luego saltó, saltando y siguiéndole los cientos de miles de millones de trillones de cuatrillones (y muchos más) electrones siguientes, como los soldados que se mueven cuando van todos al ataque.
Para mala suerte, los electrones decidieron atacar al primer humano vivo que se atravesara cerca. Justo pasaba por ahí el señor juez de la ciudad.
- Vaaamos. ¡Atravesemos su corazón! -ordenó radicalmente uno.
Le cruzaron, entonces, el órgano del latido constante y de un paro cardíaco el gordo juez no alcanzó a llegar al juicio del camionero.
Los electrones comprobaron de inmediato su gran poder destructivo y pensaron, durante unos segundos, en todo cuanto podrían lograr... La invasión recién comenzaba.
INVASIÓN DE ELECTRONES. pt 2
Cruzaron Aníbal Pinto, llegaron a la carretera principal y justo que atravesaban la calle, creyendo que eran indestructibles y que nada los podía detener, pasó un camión manejado por un gentil camionero. No fue el camionero ahora el culpable, ni los electrones murieron aplastados, eso sería ridículo e imposible. Resulta que este camionero transportaba imanes, y los electrones quedaron atrapados en los polos positivos de estos para siempre.
...Lo más curioso es que ese camionero era el mismo Yano Pongo Bejas, porque como el juicio nunca llegó, pues el juez falleció, fue puesto en libertad y decidió no transportar más ovejas, imanes sino.
SANSEACABÓ
FIN
1 comentarios:
En total , plateada fue la culpable y los imanes , los héroes de esta historia.
Publicar un comentario