17 septiembre, 2009

hace millones de años...

Debemos comprender que lo que sabemos acerca de cómo se originó nuestro Universo, es todo aún incierto. No sabemos todavía la verdad. Sin embargo, debemos comprender también que nosotros ocupamos un espacio extremadamente pequeño del Universo para vivir. Nuestro planeta, junto con nuestro Sol y los demás hermanos planetas de este sistema solar, en conjunto con todas las brillantes estrellas que vemos cada noche, todo esto, es una porción muy pequeña del Universo. Nuestro Universo es una cosa increíble y atemorizantemente gigantesca.

Antes de que existiese este, nuestro planeta, y mucho antes de que pudiese nuestro Sol brillar, ya existía el Universo. El Universo es una cosa muy vieja, por lo tanto, con muchos misterios sin resolver. Pero la historia de nuestro Sol y nuestro sistema solar, y con mucha más razón la historia del Ser Humano, es una cosa relativamente nueva, ¡somos aún una novedad!. Y bueno… ¿Cómo comenzó la existencia de nuestro planeta?



…Cuando la nube de hidrógeno y polvo cósmico se fue aglomerando para dar origen al Sol, hace mucho y mucho tiempo, por ahí en algún sitio de nuestra galaxia, esta aglomeración fue rotando rápidamente, como una especie de remolino que, al irse apretando, comenzó a arder en fuego (esto tiene una explicación más detallada; el proceso atómico que hace que este remolino súper aglomerado emita luz y calor se conoce con el nombre “Fusión Nuclear”). No tengo claro, en lo personal, como es este proceso exactamente, no he logrado encontrar información precisa sobre esto, pero más o menos como se me ocurre que haya sido, lo expongo a continuación. Muchos, miles de fragmentos pequeños de este remolino ardiente en rotación, fueron disparados hacia fuera, como si el remolino estuviese chispeando bolitas de fuego, pero –paradójicamente- la misma fuerza de gravedad de este remolino, le impedía a cada fragmento arrancarse demasiado, en función de qué velocidad tuviera cada bolita. Los fragmentos demasiado veloces, lograron escaparse y perderse para siempre, mientras que los más lentos terminaron por devolverse al remolino. Sin embargo, unos pocos afortunados trocitos de fuego ardiente, con una velocidad “privilegiada” lograron establecerse a una distancia constante: esas ganas de huir sumada con la atracción gravitatoria, lo mantuvieron allí a una distancia fija del remolino, orbitando a este hasta los días de hoy. Son los casos de nuestro planeta Tierra y sus planetas hermanos: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter… y asteroides y cometas.



Este remolino, tras el paso de los años, se fue haciendo cada vez más compacto y esférico, hasta el punto de, como ya se explicó muy superficialmente, generar luz y calor.



Como los planetas eran básicamente fuego en rotación, se moldearon esféricamente, sin embargo, como eran trocitos muy pequeños, al poco tiempo dejaron de brillar y terminaron por enfriarse, ya que estos no podían generar luz y calor como el remolino central, convirtiéndose así en rocas feas y agrietadas, con chorros de lava circulando sobre su superficie formándose cada vez más extrañas mezclas de elementos y raros compuestos.



Tenemos básicamente 9 planetas en formación (si sientes algo de cariño por Plutón aún) y una multitud de objetos más pequeños que realmente nunca estuvieron tan calientes en el pasado, de modo que nunca se “moldearon” esféricamente. Hablamos de cometas, meteoritos, y asteroides, en general.



Ahora nos iremos al planeta Tierra, que es el único planeta que, por aquel entonces, dada si distancia al Sol, mostraba ser diferente e ilusionaba al Cosmos con la posibilidad de sustentar vida sobre su superficie. Nos estamos remontando 4.500 millones de años atrás, época en que la Tierra no contaba aún con aire.



La Tierra aún no se enfría totalmente, podemos decir que nuestro planeta, lo que ahora mismo estamos pisando, todo esto era una bola tan caliente que brillaba como brilla el metal a altas temperaturas. Lentamente sucedió que la superficie terminó por enfriarse, mientras las capas más interiores aún permanecían –y de hecho, permanecen- calientes. Como el interior guardó toda esa energía, en intentos por “hacer fluir” esa energía, se iban formando los tan conocidos Volcanes, puertas hacia el caluroso interior de la Tierra. Esto fue espléndido, porque cada vez que emanaban energía desde el interior de la Tierra, los volcanes lanzaban extrañas mezclas gaseosas sobre la superficie del planeta de modo que, tras la repetición constante de este proceso, la Tierra fue generando una capa gaseosa “protectora” que llamamos Atmósfera Primitiva. Esta atmósfera ya cotaba con vapor de agua. Así, bastó un poco de tiempo para que estos gases se sometieran a procesos de evaporación-condensación, para que ya esta superficie contara con grandes mares y océanos, y también con una rica variedad de compuestos. La justa temperatura que recibimos del Sol, hizo posible la combinación todavía más profunda de estos compuestos, generando lentamente “COSAS” capaces de moverse y buscar otros compuestos necesarios para desarrollarse de manera aún más compleja. Fueron esos los primeros pasos hacia la Vida.



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