PRINCIPIO DE IGUALDAD
Hasta ahora no me he referido a un tema muy importante. Pido mis disculpas a mis queridos y potenciales lectores que han tenido que esperar por un largo tiempo otro de mis interesantes posts y que espero finalmente logre aportar en algo a su comprensión del universo, mediante al análisis propio de las cosas. Mi intención es que aprendan desde sus propios cuestionamientos, esto es algo realmente valioso.
El principio de igualdad
Raúl R.
La cultura universal ciertamente está, y siempre ha estado, cambiando. No es novedad. Antes pensábamos que los hombres ricos y poderosos tenían que tener esclavos, que necesitaban ser servidos. Antes pensábamos que la mujer era un instrumento del hombre y el sexismo contra la mujer era tan fundamental para la sociedad como lo fuera el aire. Nadie prácticamente se lo cuestionaba. Parecían todos contentos con esa extraña forma de vida tan poco rica en diversidad. Pronto algunos comenzaron a sospechar que algo andaba mal o que algo podía ir mejor. En términos generales, se dieron cuenta que los esclavos no son cosas, que las mujeres no son instrumentos... y ¿por qué?. Porque ambos, los esclavos y las mujeres, en realidad son individuos que sienten angustia por no conocer la libertad, son individuos que sufren el dolor del maltrato.
Cabe preguntarnos, ¿por qué sólo algunos se dieron cuenta de algo que ahora nos resulta tan sencillo de comprender? La respuesta está en esto tan inocuo que llamamos “la cultura”. En pocas palabras, la cultura se puede definir como el conjunto de actitudes compartidas por un grupo de personas. Si fuéramos realmente libres, ¿por qué tendríamos que presentar todos la misma actitud ante cierta situación?, ¿quién decide qué actitudes vamos nosotros a mostrar frente a determinado hecho?, finalmente ¿quién lidera aquellas decisiones que creemos nuestras?
No se trata de que todos mostremos actitudes distintas ante una misma situación para demostrar que somos libres. En realidad, no se trata de demostrar nada. Imagine una determinada situación, por ejemplo, que un hombre asesinó a su bebé porque lloraba mucho, y luego hacemos una encuesta preguntando a las personas de la misma cultura cuál es su opinión al respecto. No es de sorprender que haya una fuerte tendencia hacia una misma actitud al respecto; muy pocas personas van a opinar distinto. Siguiendo el ejemplo dado, muy pocos opinarían que el hombre actuó bien porque hizo lo mejor para él en ese momento. Pero hay que reconocer que el argumento dado por esas pocas personas escapa de la cultura, es decir, ellos pensaron el problema de un modo distinto al “establecido”, se lo replantearon bajo su propia mirada. Con mucha certeza, en este caso es muy probable que esos pocos hombres que opinaron distinto en un inicio lleguen finalmente a la conclusión de que está mal lo que hizo el hombre porque existen alternativas para callar al bebé sin que eso implique el final de su vida, ya que todo ser vivo quiere vivir.
Eso mismo hicieron quienes abolieron la esclavitud. Ellos se replantearon el problema, escapando de la cultura y actuando bajo su propia conciencia. Cuando algo es “bueno” para todos, al replantearse el problema bajo una conciencia propia, la conclusión final sólo puede ser que hay que mantenerlo así. Si el problema no es replanteado por nadie, ocurrirá lo mismo: la mantención de nuestra actitud al respecto, aunque esta vez “por defecto”. Sin embargo, en el caso opuesto hay una diferencia fundamental. Si algo es “malo” (al menos para algunos) al replantearse el problema se logra comprender por qué es malo para algunos y entonces ocurre que la cultura se adapta a la nueva visión del mundo, pero si no se replantea (es decir, si la gente mantiene su opinión sin pensarla previamente) entonces nuestra actitud al respecto es mantenida y estamos dando cabida a la injusticia.
Como no sabemos de antemano si una situación va a ser buena para todos o mala para algunos, tenemos que mostrar una actitud pensante como prevención de la injusticia.
El replanteamiento sobre la alimentación basada en la explotación animal está hecho. Está demostrado que todos los animales, que no son cosas ni instrumentos, tienen la capacidad de sentir los estímulos físicos y son capaces de sufrir dolor. La demanda está hecha, hay una injusticia y muchos ya pueden verla.
Estamos siendo muy injustos con muchos animales al privarles de su libertad para asesinarlos y comer sus músculos, sus órganos, para usar la piel que les protege, para robarles la leche que las madres producen para sus crías, para entretenimiento (circos y zoológicos) y para experimentar con sus cuerpos por no tener el valor de experimentar en nosotros mismos aquello que sólo a nosotros va a beneficiar. Esta situación actual en que se encuentra el mundo, bajo la mirada de la actual cultura, es algo totalmente normal. Tal como fue normal tener esclavos y explotarlos. Son todavía muy pocos los que se cuestionan, bajo su propia conciencia, la explotación animal para beneficio humano. La mayoría de la gente presenta una misma actitud ante esta situación y va a responder rápidamente (el que sea rápido es un indicativo que no están pensando por sí mismos) cosas como: “¿y qué vamos a comer?”, “siempre ha sido así”, “a mí me educaron de esta forma”, “no vives de ensalada”, “las plantas también sienten”, “somos carnívoros”, “sólo la carne tiene proteínas”, “ya no puedo cambiar, lo siento”, etc. La humanidad lleva miles de años comiéndose a los animales. Antes no era explotación, sino una falta de respeto hacia la vida en nombre de la tradición. Ahora es explotación y ya no tiene nombre.
Nuestra misión, como seres conscientes de esta injusticia, es demandarla y proponer una solución al problema. La humanidad debe apuntar hacia el veganismo. La cultura debe adaptarse a la nueva visión del mundo que signifique un bienestar para todo aquel que tiene la capacidad de sentir y sufrir. Por comer cadáveres y usarlos como objetos muchísimos más individuos se ven perjudicados de los que se puedan ver beneficiados. Esto no puede estar bien; se estima que una persona fallece en el mundo por cada segundo que transcurre, mientras tanto, en ese mismo segundo se estima que más de 1500 gallinas han perdido sus vidas porque serán comidas, 40 cerdos han sido asesinados para consumo humano, 20 pavos muertos, 16 ovejas, 10 vacas han sido sacrificadas, y en tan sólo un segundo. Las cifras son alarmantes, ¿cómo puede esto estar bien? Es una explotación descontrolada y tiene que hacernos pensar. De una forma podemos cambiar esto: cambiando nuestra alimentación.
Por supuesto que hay muchas otras injusticias en el mundo; luchar por una no implica que no luchemos por otras. Para ello se requiere que las personas nos replanteemos las situaciones que enfrentamos desde una mirada propia, bajo una conciencia original. Si algo es bueno para todos y es replanteado por cada persona bajo una mirada crítica, entonces no tardaremos en coincidir.
Los seres humanos, lo queramos o no, somos otra especie más dentro del reino animal. Si no se encuentra contento con esta aseveración debe cambiar su definición de lo que cree que significa ser “animal”, porque biológicamente somos animales y “animal” es una definición biológica (científica, si se prefiere).
Antes creíamos que eramos el centro del universo y muchos se apegaron ciegamente a esta idea. Se creía que el Sol daba vueltas sobre nosotros. Y nosotros, inmóviles. Muchos filósofos y matemáticos lo venían sospechando ya desde la antigüedad: la Tierra es redonda y ella orbita en torno al Sol. Cuando Galileo, el padre de la ciencia, dos milenios más tarde se cuestionó nuestra posición en el universo fue condenado por hereje. Copérnico conocía las consecuencias de ir en contra de la cultura y fue cauteloso. No fueron los únicos, pero eran ciertamente muy pocos. No se les tomó nunca en serio y fueron considerados como locos. Debió ser triste no ser escuchado, pero tuvieron razón. El tiempo se encargó de corregir lo que la conciencia de las personas no hizo en el momento. Entonces la lección es clara: ¡Qué la conciencia lo haga primero!.
Al no ser el centro de la vida, no hay razón para pensar que somos superiores a los demás animales con quienes compartimos este planeta. Este es el principio de igualdad: todos los animales son iguales (están a la par) no importando la raza, el sexo o la especie a la que un animal pertenezca. Cualquier ser vivo que, siendo un individuo ético por naturaleza, viole alguna de estas tres consideraciones se convierte en una racista, sexista o especista, respectivamente, y está cometiendo una violación al principio de igualdad. El principio de igualdad es totalmente general, pero está considerado en primera instancia sobre los animales. Comparar animales con plantas es como comparar peras con manzanas, si bien las plantas y los árboles son seres vivos, pertenecen a otra forma de vida no comparable a la animal, son mutuamente complementarias.
Finalmente, y es importante hacer esta conexión, este principio de igualdad se pone en marcha con la llamada regla de oro, enunciada originalmente por el pensador chino Confucio (551aC – 479aC):
“No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, ni te hagas a ti lo que no le harías a los demás”.
1 comentarios:
En verdad os digo que es la conciencia colectiva la q nos mostrara el camino a seguir y esta en la escencia misma de nuestro codigo genetico y trascrita por la mente cosmica superior Yo Soy que es un regalo de la mente unica
Es una obligacion como seres concientes descubrir estos regalos y alcanzar un nivel evolutivo superior para no cometer estas anviguedades y haci poder alcansar el conocimiento fisico quimico ciencia conciencia superior en concordancia equilibrio con el universo relacion conciencia.
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