mc. n1
Usted, señora. Usted también caballero, y usted y usted… decía el chofer del bus a sus pasajeros que, solitarios, subieron y tomaron cada uno un asiento propio, dejando el asiento adyacente vacío. Para el chofer, esto siempre parecía divertido pero también muy incomprensible. Mientras conducía, él solía pensar en el porqué de la situación. Entonces, les preguntó a sus pasajeros: ¿Por qué se sientan tan aislados unos de otros? ¿Se caen mal, sin siquiera conocerse?
Los pasajeros, cada uno solo, cada uno con su vida propia, con sus propios asuntos personales y problemas, miran al desesperado conductor quien mira a través de su espejo retrovisor a sus pasajeros. Nadie parece con ánimos de responder, de hecho, simplemente nadie responde.
El conductor sigue manejando y los pasajeros paulatinamente hacen abandono del bus. En algún momento, pensaba el conductor, el bus estuvo lleno de pasajeros desconocidos entre sí, mas al final del día sólo queda la amarga soledad y el triste silencio causado por la poca comunicación entre seres de la misma especie.
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