HORMIGAS PERDIDAS
HORMIGAS PERDIDAS
Raúl R Mejías
Dos hormigas se encuentran perdidas en un desierto. Seguramente habrán volado junto a esas pequeñas tormentas de viento. Juntas, tomadas de las patitas y a centímetros y centímetros de casa, reflexionan y lamentan sus vidas. Saben, pues, que morirán solitarias y abandonadas en el caluroso desierto sin volver a ver a sus amigas hormigas nunca más.
Una hormiga es una hormiga científica y la otra es una hormiga religiosa muy creyente.
Comienza, entonces, la discusión:
- Óyeme, si hallamos un método físico por el cual volver a nuestro hogar, estaremos salvadas.
- No. Yo creo que debemos esperar la ayuda de la Santa Reina Azul; sólo ella puede venir a rescatarnos.
- Ya empezó... -murmuró la científica-. Mira, la Santa Reina Azul debe estar bañándose ahora, y es ahora cuando debemos actuar. Si subimos a ese monte de 500 centímetros y nos lanzamos, la dirección del viento nos llevará a casa y el aire amortiguará nuestra caída. Será difícil, pero es la única salvación. Además son sólo unos pocos metros; ¡¡Llegaremos!!
- ¡Qué la Santa Reina Azul llegue pronto! ...Lo siento, pero no iré contigo. Si haz de ir, ve sola. Yo esperaré la llegada de la Santa Reina Azul.
- Bien. Mi ciencia me ayudará, tu religión y tus creencias locas no te sacarán de aquí -finalizó la científica.
Una vez que la hormiga científica se alejó de la otra para subir al monte, la religiosa murmuró:
- ¡Qué la Santa Reina Azul se apiade de ella!
Entonces comenzó la acción. La científica esperó una de esas tormentas de polvo y viento y en el momento preciso efectuó la hazaña. Vientos iban y venían en el torbellino y la pobre hormiga, finalmente y muy herida, llegó al hormiguero. Sus amigas le ayudaron y pronto recuperó.
Las horas pasaban y la hormiga científica, muy preocupada, se dirigió hacia donde se tendía la hormiga reina (la que reposa y pone huevos, no la Santa Reina Azul) y le rogó para que rescatase a su amiga, la religiosa, quien seguramente aún aguardaba la llegada de su Dios.
- mmm... Pero, ¿qué ganaré yo? -preguntó la cómoda hormiga reina.
- Te daré todos mis más humildes bienes y obtendrás la gracia y el recuerdo de haber salvado a una compañera -repuso la hormiga.
- Está bien. En 15 minutos más iré a buscarla.
Durante el tiempo de espera, la científica pensó y reflexionó:
"¿De qué sirve un sueño o una creencia, si nada se puede experimentar con ello? Yo he comprobado mi teoría al dejarme caer junto al viento. Pero ella sólo cree..."
Entonces, antes que la reina fuese a buscar a la hormiga perdida, la científica le propuso:
- Ponte esto, por favor, no te pediré nada más.
Pasándole un disfraz de la Santa Reina Azul. Con esto, la hormiga religiosa que espera la llegada de su Dios, creerá que la ha ido a rescatar. No siendo realmente así.
La hormiga reina, disfrazada de la Santa Reina Azul, puso en marcha sus alas y emprendió el viaje de rescate. Efectivamente, a unos 600 centímetros, encontró a la pobre hormiga durmiendo entre las piedrecillas de la arena, y diciéndole así, la llamó:
- ¿Qué haces allí, hormiga solitaria, muriéndote de frío y hambre, en pleno desierto? Vamos a casa.
A la hormiga creyente le brillaban los ojos de felicidad y no tuvo palabra alguna de agradecimiento. Jamás hubiera pensado que, en realidad, se trataba de la reina disfrazada...
Llegaron sanas y salvas al hormiguero. La creyente, a diferencia de la científica, llegó sin la menor herida física. ¿Acaso el tiempo justifica la recompensa?
Una vez que todas las compañeras se enteraron del incidente, no faltó aquella hormiga que corrió a decirle la verdad a la salvada:
- En realidad, no fue como piensas. No fue la Santa Reina Azul la que te fue a rescatar, sino la reina disfrazada.
Estas palabras fueron suficiente. Horas después se encontró a la hormiga religiosa muerta, suicidada en algún rincón del hormiguero.
Y ¿es qué acaso siempre las esperanzas son tapadas con mentiras para mantenernos felices? ¿Es necesario responder a alguna creencia con experiencias?
Raúl R Mejías
Dos hormigas se encuentran perdidas en un desierto. Seguramente habrán volado junto a esas pequeñas tormentas de viento. Juntas, tomadas de las patitas y a centímetros y centímetros de casa, reflexionan y lamentan sus vidas. Saben, pues, que morirán solitarias y abandonadas en el caluroso desierto sin volver a ver a sus amigas hormigas nunca más.
Una hormiga es una hormiga científica y la otra es una hormiga religiosa muy creyente.
Comienza, entonces, la discusión:
- Óyeme, si hallamos un método físico por el cual volver a nuestro hogar, estaremos salvadas.
- No. Yo creo que debemos esperar la ayuda de la Santa Reina Azul; sólo ella puede venir a rescatarnos.
- Ya empezó... -murmuró la científica-. Mira, la Santa Reina Azul debe estar bañándose ahora, y es ahora cuando debemos actuar. Si subimos a ese monte de 500 centímetros y nos lanzamos, la dirección del viento nos llevará a casa y el aire amortiguará nuestra caída. Será difícil, pero es la única salvación. Además son sólo unos pocos metros; ¡¡Llegaremos!!
- ¡Qué la Santa Reina Azul llegue pronto! ...Lo siento, pero no iré contigo. Si haz de ir, ve sola. Yo esperaré la llegada de la Santa Reina Azul.
- Bien. Mi ciencia me ayudará, tu religión y tus creencias locas no te sacarán de aquí -finalizó la científica.
Una vez que la hormiga científica se alejó de la otra para subir al monte, la religiosa murmuró:
- ¡Qué la Santa Reina Azul se apiade de ella!
Entonces comenzó la acción. La científica esperó una de esas tormentas de polvo y viento y en el momento preciso efectuó la hazaña. Vientos iban y venían en el torbellino y la pobre hormiga, finalmente y muy herida, llegó al hormiguero. Sus amigas le ayudaron y pronto recuperó.
Las horas pasaban y la hormiga científica, muy preocupada, se dirigió hacia donde se tendía la hormiga reina (la que reposa y pone huevos, no la Santa Reina Azul) y le rogó para que rescatase a su amiga, la religiosa, quien seguramente aún aguardaba la llegada de su Dios.
- mmm... Pero, ¿qué ganaré yo? -preguntó la cómoda hormiga reina.
- Te daré todos mis más humildes bienes y obtendrás la gracia y el recuerdo de haber salvado a una compañera -repuso la hormiga.
- Está bien. En 15 minutos más iré a buscarla.
Durante el tiempo de espera, la científica pensó y reflexionó:
"¿De qué sirve un sueño o una creencia, si nada se puede experimentar con ello? Yo he comprobado mi teoría al dejarme caer junto al viento. Pero ella sólo cree..."
Entonces, antes que la reina fuese a buscar a la hormiga perdida, la científica le propuso:
- Ponte esto, por favor, no te pediré nada más.
Pasándole un disfraz de la Santa Reina Azul. Con esto, la hormiga religiosa que espera la llegada de su Dios, creerá que la ha ido a rescatar. No siendo realmente así.
La hormiga reina, disfrazada de la Santa Reina Azul, puso en marcha sus alas y emprendió el viaje de rescate. Efectivamente, a unos 600 centímetros, encontró a la pobre hormiga durmiendo entre las piedrecillas de la arena, y diciéndole así, la llamó:
- ¿Qué haces allí, hormiga solitaria, muriéndote de frío y hambre, en pleno desierto? Vamos a casa.
A la hormiga creyente le brillaban los ojos de felicidad y no tuvo palabra alguna de agradecimiento. Jamás hubiera pensado que, en realidad, se trataba de la reina disfrazada...
Llegaron sanas y salvas al hormiguero. La creyente, a diferencia de la científica, llegó sin la menor herida física. ¿Acaso el tiempo justifica la recompensa?
Una vez que todas las compañeras se enteraron del incidente, no faltó aquella hormiga que corrió a decirle la verdad a la salvada:
- En realidad, no fue como piensas. No fue la Santa Reina Azul la que te fue a rescatar, sino la reina disfrazada.
Estas palabras fueron suficiente. Horas después se encontró a la hormiga religiosa muerta, suicidada en algún rincón del hormiguero.
Y ¿es qué acaso siempre las esperanzas son tapadas con mentiras para mantenernos felices? ¿Es necesario responder a alguna creencia con experiencias?
Lo más maravilloso de los sueños, las ilusiones, las creencias y todas estas maravillas del espíritu humano dignas de la mayor atención y respeto, es mantener vivo el sentido de la intuición. Lo verdaderamente bello de este Gran Universo está en conocerlo poco a poco y en darse el tiempo suficiente para admirarlo, analizaro y disfrutarlo.
0 comentarios:
Publicar un comentario